VESTIGIOS 
que revolotean en mis recuerdos
                                     MARÍA TARAZÓN


María salió al camino. Fue a pueblos que tienen historia. Acercó su gente a la belleza de la pintura; niños, jóvenes y adultos llegaron con sus inquietudes y talentos; ella les mostró la cara maravillosa del arte y ellos sacaron de adentro sus visiones del mundo.
Los muchachos nunca llegaron solos al encuentro con la pintura, siempre había un perro con ellos que los esperaba echado a un lado de la puerta: la vinculación del hombre y el animal, la naturaleza en sosiego.
TARAZÓN fue y vino varias veces a Cócorit, Batuc, San Pedro de la Cueva y Tepupa. El Valle y la vera de los ríos; ópatas mestizos y yaquis. Dos culturas de Sonora que viven lo cotidiano y tienen un sentido profundo de la naturaleza. María lo miró, palpó y vivió: personas, costumbres, maneras, modos. Su sensibilidad se apropió de todo y en su taller le dio forma a este mundo que hoy tenemos aquí.

En su andar, María recogió objetos que fueron y siguen siendo parte de la esencia cotidiana de aquellos pueblos, que les dan color y forma:
Teguas que un día bajaron cuestas, recorrieron faldas y cañadas, subieron y bajaron cerros, cruzaron callejones y se mojaron al intentar cruzar la acequia o el vado de un arroyo; cantimploras que zangolotearon enredada su correa en la cabeza de alguna montura sobre un burro cambujo o un caballo zaino; bateas que sintieron la suavidad de la harina, la frescura del agua y la tibieza de la manteca, el golpe de la masa aplastada por manos femeninas y firmes; que olieron el pan recién  horneado en el fogón y que añoran el piar de las tortolitas y el canto del chonte de cuando eran parte de un tronco grueso de mezquite a la orilla de una milpa; carrizos que suenan a viento de manantial; planchas de metal que arrumbadas echan de menos a brasas y tizones.
Luego, hormas para zapatos y teguas, redes, cencerros, piolas, comales, guajes, que tienen su personalidad y en los que María intervino con pinceladas de lo que su mirada sensible captó.
Al entrar en este mundo, vemos y sentimos, en un mismo espacio y lugar, valores yaquis y de herencia ópata hermanados por la destreza y estética de la pintura; manos útiles que ofrecen vida; arrugas que son líneas zigzagueantes del tiempo.
La vida se ve y las miradas se sienten en cada rostro de esta exposición, la grandeza de la humildad y la profundidad de la sencillez se quedan en el corazón y permanecen en el tiempo.
Aquí concluye esta parte del recorrido de la artista por las entrañas de su tierra, Sonora.

                                                                                                              -  Enrique Robles.
Para los guaris: 
Cubría la mesa un mantel blanco de manta bordado con flores rojas y amarillas (…) En el centro, un guari con pan, otro, repleto de tortillas de harina y dos frascos con salsa de chiltepín. Al fondo, la estufa de leña ardía cubierta con jarrías y sartenes. 
(Fragmento del cuento “El mantel”, en el libro Los de arriba de Emilio Robles Burgos) 
·Manos útiles que ofrecen vida; arrugas que son líneas zigzagueantes del tiempo. 
·Teguas que un día bajaron cuestas, recorrieron faldas y cañadas, subieron y bajaron cerros, cruzaron callejones y se mojaron al intentar cruzar la acequia o el vado de un arroyo. 
Cantimploras que zangolotearon enredada su correa en la cabeza de alguna montura sobre un burro cambujo o un caballo zaino. 
Vestigios
Published:

Vestigios

Published: