La posesión, queda sobreentendido, es siempre posible en todo y en el todo, por ende es innecesario un antónimo dado que es inexistente tal acción como la imposibilidad de no contar con dueño. Todo en esta irrealidad, al igual que un objeto, es involuntario cuyo único fin es impartir interés ajeno sobre él; las decisiones personales son inútiles y la idea incuestionable. La individualidad sólo un mito, una mención en el aire que parece insignificante a un costado de la ganancia de inhibirse e impedirse reacción propia. El precio es fijado y cotiza bajo, aún así inalcanzable para el que porta la etiqueta de rebaja.
Iris indigente
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