Kranger Junior no es, lo que se dice, un ciudadano modelo. Es alcohólico, depresivo, con inmensos problemas de sociabilidad y hace lo que puede para sobrevivir con pequeñas changas de dudosa legalidad. Vive de prestado en el sofá de sus “amigos” Niq y Niliers, dos sicarios que trabajan para Mitchum Mitchum, un mafioso con algunos problemitas de actitud.

 Ah, y para colmo de males, Kranger es un ser gestado entre un humano y una Profunda, algo que en el mundo donde habita es más una maldición que algo beneficioso. Sí, ponele que siendo hijo de El Campeón Tom Kranger (el científico, aventurero, inventor, pacificador y libertador del país) bien podría ser algo bueno (hasta ahí), pero como pariente de Los Antiguos está bastante al horno porque eso lo convierte en alguien despreciable para los demás.

 Y es que el contexto de nuestro amigo dista bastante de ser como el nuestro. Acá lo paranormal, lo sobrenatural, lo raro y lo espeluznante fue segregado a “zonas de residencias especiales” abiertas en lo nominal pero ultracontroladas en lo real. Todo el mundo sabe que son más ghettos hediondos y zonas liberadas que otra cosa. La gente llama a estos barrios Zonas Muertas o, por qué no, Necrofangos.

 Más allá del Necrofango está lo lindo, lo estable, lo aceptado. Y dentro del Necrofango puede pasar cualquier cosa, más que nada porque a nadie le importa un sorullo lo que ánimas, zombies, demonios, vampiros, mutantes o seres innombrables de la otredad pueden hacer o no. Acá casi todo lo prohibido es moneda corriente. Acá lo amorfo está permitido. Acá hasta lo más extraño es lo cotidiano.

CAPÍTULO UNO: ¡MIORRRDA!

CAPÍTULO DOS: UN DÍA EN LA VIDA DE CARLOS ROBLEDO PUNCH