Vida nocturna llena de insomnio

Bogotá, capital de Colombia, barrio Gilmar, en algún apartamento frío de la ciudad. Un sillón con cojinería de cuero, tan helado que podría congelar a quien se atreviera a sentarse si el clima rozaba quizá los 10 grados centígrados, al frente, una nueva laptop apagada que se había dañado por el contacto con el agua que había tenido días anteriores, a su lado, dos pocillos con restos de agua de panela ya fría y un plato pequeño que había contenido en su interior una arepa rellena de queso, probablemente comprada en un Cooratiendas que quedaba cerca de allí. La luz de la luna pasaba entre el medio de las cortinas que quedaban a mano izquierda del sillón, alumbrando a medias el comedor de vidrio que quedaba a mano derecha de la habitación. Sólo se podía sentir la soledad, un poco de nostalgia también por lo desierto que era ese apartamento de noche, no aullaba ningún gato, no sé oían perros ladrar, niños o bebés despertar a sus papás de noche. Sólo se escuchaba el Tik-Tok de un reloj que se encontraba a dos metros del suelo apuntillado en la pared blanca al frente de tan frío posadero.

Hacia afuera, la vista era nostálgica, se lograba ver no tan lejos, un parque con vista a una pequeña cancha de fútbol en la que las flores rompían el pavimento, seguramente muchos niños y niñas habían jugado en ese lugar, tal vez, algunos adultos acompañaban a sus padres a dar un paseo mientras tenían de su lado a sus nietos y paseaban sus mascotas, y, si somos positivos, quizá algún amor adolescente dio su primero beso allí, pero esa noche, siendo las 11:37 de la noche, bajo la luz de la luna mezclada con la de uno que otro faro, se veían almas fumando Juana, fumando su alma, corriendo del amor igual que de la policía, probablemente huyendo de miedos que al final como demonios saldrán, quizá los consuman, quizá los salven.

12:00 p.m. Llega un carro gris, podría verse desde lejos que es un Renault Logan quizá año 2012, se parquea y apaga las luces, nadie sale de allí por lo menos en 10 minutos. Entre tanto, salen dos viejos amigos que más tarde volverían con dos botellas de Whisky "finísimas" que tomarían hasta el amanecer. Las luces del vehículo vuelven a prender, y, a tan altas horas de la noche se podría pensar que el baúl contiene un cadáver, o que el conductor espera paciente a que pase una chica y jamás se vuelva a saber de ella, podría decirse incluso, que es el diler de los jóvenes que fuman Juana en el parque... Pero nada pasa, y pasan otros cinco minutos hasta que se baja una chica del carro, se despide de su novio y entra a las puertas del conjunto que abre el celador, venía tan despeinada y tan roja que sólo sabrá Dios que habrá pasado en ese carro, un amor adolescente como una escena a lo Tictanic cuando Rose se deja llevar por la pasión en aquel carro con Jack, o quizá no pasó nada... Pueda que, él llegué a sus amigos contando aventuras que nunca pasaron o ella haya vivido aventuras que jamás contará.

De nuevo en el apartamento, hace frío y el reloj parece detenerse, a pesar de que ha pasado una hora, nada ha cambiado, el sofá sigue siendo helado y las sombras no se han movido ni un sólo centímetro, ya no son 10 grados centígrados sino 9, y, tal como vio la noche esa sala de aquel apartamento, desorganizada y desolada, la verá el amanecer, cuando el mundo se vuelva a mover, y el insomnio desaparezca.
Insomnio
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