La unidad habitacional subterránea pretende ser un modelo arquitectónico que responda a dos cuestionamientos no arquitectónicos; 1. un nuevo núcleo familiar y 2. una imperativa necesidad de autosuficiencia energética.

 

1. Sociedades alejadas de la cultura de consumo y cercanas al desarrollo tecnológico y cultural de su entorno es sinónimo de sociedades con consciencia social. Los núcleos familiares se verán reducidos a pocos o nulos bástagos por cada pareja. Ello conlleva la posibilidad de un programa arquitectónica mucho más simple y por lo tanto flexible. 
Josep Quetglas dice que “Lo verdaderamente malo en la arquitectura, es aquello que no puede cambiar”, espacios de gran amplitud, condicionados en superficie pero no en equipamiento para albergar un uso, lo dotan de elasticidad y flexibilidad, entendieno el primero como la capacidad de aumentar la superficie de dicho espacio y la segunda como la capacidad de reacomodar a voluntad las dispociciones en su interior. Esto asegura la evolutividad del proyecto. 

2. La producción agraria local es la premisa del proyecto, la mitad de la superficie está conformada por una parcela y huerto doméstico, irrigados por la captación pluvial del estanque artificial, el cual a su vez mantiene un flujo constante de agua entre la cascada artificial y el río. 
Los lucernarios, fungen a su vez como iluminación y ventilación artificial, así como chimeneas solares, que 
aseguran la ganancia solar directa e indirecta, las cuales consisten en el control de la radiación solar que entra y la utilización del calor acumulado a través de ellas, conservandolo pero dosificándolo.