El proyecto nace de la importancia del espacio público, eje ordenador de la propuesta, donde se explora la manera en la que su explícita y acertada manipulación puede derivar en la creación de una arquitectura que facilita y fomenta la articulación e intercambio positivos entre diversidad de actividades y multiplicidad de usuarios.

 

Partiendo de la premisa del intercambio de experiencias, se identifican diversas actividades y formas de espacios, que resultan a su vez en pluralidad de usuarios y de interacciones, respectivamente. Para lograr conformar dichos espacios que albergan las diferentes actividades, se apela a la fuerza como el medio a través del cual la materia se modifica, que se configura como un canal de transmisión de la información que toma las consideraciones del arquitecto (forma; contexto físico, social y económico; marco funcional; simbolismo) y las plasma como el mensaje que perciben los actores que en ese espacio interactúan. Una vez modificada la materia, se organizan las fuerzas en repeticiones o series, a través de las operaciones de pliegue, despliegue y repliegue de las superficies, que permiten darle unidad formal al proyecto, para evidenciarlo no como una suma de elementos, sino como un complejo de elementos intrínsecamente relacionados entre sí. En este orden de ideas, se mantiene la conformación del espacio a través de un flujo constante de información, entendiendo al edificio como un ser vivo y a la energía como su medio de subsistencia, comprendiendo así a Fernández-Galeano cuando señala “la capacidad de la materia de acumular energía como in-formación y la necesidad de la materia de recibir energía para mantener su con-formación”. Como resultado de lo anterior, el proyecto se desarrolla como una heterotopía sinérgica donde la diversidad equivale a enriquecimiento y donde, por ende, la multiplicidad de elementos articuladores y articulados siempre generarán intercambios positivos.