CALI, IMPAJARITABLE
Cali es la ciudad que me parió, también el lugar donde voy a recoger calor cada vez que mis huesos y mis células empiezan a gritar “Cali!!!!”; es mi puerto y mi sol, en donde me acuerdo de quién soy. Cali es como yo, tranquila, caliente, colorida, amorosa y peligrosa. Caly en paez: (tejido sin agujas). En la India, la diosa kali (diosa negra). En azteca Calli (casa).
El chontaduro, el cholado, el borojó, el mango viche, el champús, cada uno tiene su mito sexual; Cali es particularmente negra. Negra para comer, bailar, amar, caminar; su caminar es lento y sensual, Cali es de cachetes voluptuosos y brillantes, de caderas anchas y piernas muy gruesas. Usa sandalias con falda y se pinta las uñas de los pies de colores, no conoce rencores. La han robado un millar de veces, la han asaltado en la calle, también, torturado cortando sus samanes ancestrales y como si fuera poco, la han comparado una y mil veces con otras, haciéndola sentir peor.
Cali se acuesta y se despierta con un tumbao, una vibración que ya vive dentro de ella, un “tun, tun” o “titicó”, que hasta en el silencio, por más adormecida que esté, la hace mover. Cali no le corre a nadie, ella a su ritmo, cálido y sensual va haciendo su quehacer, el día a día es lo que a ella le importa. Tal vez se deba a que los ríos, la brisa y los árboles la rodean siempre. Aunque hay que aceptar que esta descripción de cuento es sólo una parte no más, Cali, como ya expresé, es peligrosa, a veces se pone furiosa y retumba, a veces exagera y sube el volumen, incluso en horas donde todos duermen, Cali es de carácter fuerte. Es noble, pero si le toca sacar machete…
