II.
No es necesaria la fuerza de una hormiga
que transporta veinte veces su peso
ni la soltura con la que una hoja
se desprende de su trazo madre
al concluir el verano
no preciso de la vehemencia de la tarde
convencida de traerme a la memoria
vestigios de luz de tiempos dorados
tampoco la intrepidez
con la que un sollozo interrumpe el silencio
espasmo de dolor ajeno al mío
no necesito nada de eso para pedirte
que no te escondas de la borrasca
que te quedes dentro del trueno
para venir a despertarme, cada tanto
en alguna noche mojada.